Al paso entre las piedras y el agua corriendo y
golpeteando entre ellas, el dolor sorprendió a Mere antes de llegar al Rincón,
Alberto preocupado y apresurado trató de auxiliarla, pero así entre las piedras
y el agua que corría, Mere dejó caer de entre sus piernas a la pequeña que
llevó tantas semanas en su vientre.
Apenas un costal y un par de trapos sirvieron para
arroparla y amortiguarla un poco, y Alberto en su desesperación en sus brazos
llevó a sus dos mujeres lo más rápido que pudo a su pequeño hogar. Ahí estaban
sus dos pequeños, que con asombro recibieron a su madre recién parida y
completamente pálida, su padre también palidecía de preocupación quizá, de
saber que allá en aquel rancho olvidado de los hombres llegaba a su vida un
nuevo ser.
Qué linda criatura, nacida entre el agua y las piedras,
con la piel rosada, con ojos borrados que asoman apenas el color de la miel y
el musgo, ¡Qué llanto tan fuerte!, ¡Qué apetito tiene! ahora se sabe porque la
prisa por nacer, si se moría de hambre la condenada. No fue difícil elegirle
nombre, entre la fe y las costumbres, el nombre de una mujer presuntamente
santa, es el que llevamos muchas, Guadalupe, así se llamará la pequeña
inoportuna.
La vida en el rincón, es una vida sencilla, Mere se
levanta todos los días antes de que salga el sol y empieza a preparar desayuno
para Alberto y sus hijos, una vez listo, lo envuelve en una servilleta de
cuadrille bordada finamente por sus propias y expertas manos, adornada
alrededor con un tejido de ganchillo, ahí coloca un par de gordas de maíz, un
buen pedazo de cuajada; de la leche de
sus propias vacas, con sabor a leche bronca que deja escurrir un poco el suero
entre las tortillas calientitas, acomoda un pedazo de carne de venado y un
chilito con tomatillos que adereza la carne. Todo perfectamente envuelto va a
manos de Alberto que está listo para salir en su caballo a trabajar la tierra.
Lina y Lorenzo tienen ya 10 y 5 años, ya le ayudan a Mere
a alimentar a su par de vaquitas y a los marranos, las gallinas corren detrás
de Lorenzo y el después las corretea parece que juegan a los encantados entre él
y las gallinas. Lina más seria ya asume su papel de hermana mayor y ayuda a
Mere en todo, ya sus manitas delgadas tienen la fuerza suficiente para ordeñar
las vacas y llenar los trastes con leche fresca y espumosa; ya sabe encender la
estufa de leña y poner a hervir un poco de leche para el uso de la familia y el
resto lo prepara para cuajadas, queso y jocoque.
Ya entrada la mañana, cuando el sol está calientito con
agua tibia Mere le da un baño a Lupita: como se parece a Alberto, tiene ojos
color de miel con destellos verdes y la piel apiñonada como la de su padre,
entre sonrisas y balbuceos, con los cariños de su mamá y sus hermanos se baña
todos los días ya su cabello empieza a crecer y ponerse un poquito rizado
apenas quebrado como las ondas del riachuelo.