viernes, 30 de octubre de 2020

Altar u Ofrenda de día de Muertos



En mi querido Durango como en todo México es tradición el altar del día de muertos, pero a mi parecer en los estados del centro y del sur de nuestro país la costumbre es un poco más vistosa, quizá porque en este lado de México hay menos influencia de los estados unidos y un poco más de las culturas indígenas. 

Confieso que para mi la ofrenda comenzó a ser importante cuando mi hija tenía unos 3 años, ya que en el Cendi al que iba trataban de fomentar esa costumbre y mi hija se volvió una impulsora de "CELEBRAR EL DÍA DE MERTOS" como ella decía. 

En aquel momento de su vida, preguntó a quién podía ella ponerle un altar y de momento la única persona fallecida y que fuera familiar cercano era su abuelo paterno, el abuelo tenía gustos tan simples, como su lata de atún con mayonesa, los plátanos, las gomitas de dulce, la coca cola y su buen mezcal.

Por ahí debo tener las fotos donde mi pequeña hija posaba junto a la pequeña ofrenda que ponía para su abuelito, ella sonriendo orgullosa junto a la foto del abuelo que jamás conoció, pero del que heredó los enormes ojos, sus finas facciones y las cejas pobladas. Algunos años después empezó a crecer el altar sumando la foto de mi querido Papá; también era un hombre de gustos simples, su cocota, un pedazo de queso, los jamoncillos de dulce y de plato fuerte unos huevitos rancheros.

Pero el orígen es mucho más complejo de explicar, nuestros antepasados del México prehispánico tenían varias creencias sobre la muerte, no existía la idea del cielo y el infierno, sino más bien la persona que moría trascendía a otra vida, pasando por pruebas y el destino podía variar dependiendo de la vida que esa persona llevó y de la manera en murió; por ejemplo las almas de los que morían en circunstancias relacionadas con el agua se dirigían al Tlalocan, o paraíso de Tláloc; los muertos en combate, los cautivos sacrificados y las mujeres muertas durante al parto llegaban al Omeyocan, paraíso del Sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. El Mictlán estaba destinado a los que morían de muerte natural. Los niños muertos tenían un lugar especial llamado Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche para que se alimentaran.


Los entierros prehispánicos eran acompañados por dos tipos de objetos: los que en vida habían sido utilizados por el muerto, y los que podía necesitar en su tránsito al inframundo.

En la visión prehispánica, el acto de morir era el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, el reino de los muertos descarnados o inframundo. Este viaje duraba cuatro días. Al llegar a su destino, el viajero ofrecía obsequios a los señores del Mictlán: Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y su compañera Mictecacíhuatl (señora de los moradores del recinto de los muertos). Estos lo enviaban a una de nueve regiones, donde el muerto permanecía un periodo de prueba de cuatro años antes de continuar su vida en el Mictlán y llegar así al último piso, que era el lugar de su eterno reposo, denominado “obsidiana de los muertos”.


A la llegada de los españoles y en su afán por evangelizar, tuvieron que ceder ante algunas costumbres y "reformarlas" añadiendo detalles como los rezos y las procesiones que evocaban al catolicismo.

Elementos en el altar u ofrenda del día de muertos

  • Copal e incienso. El copal es un elemento prehispánico que limpia y purifica las energías de un lugar y las de quien lo utiliza; el incienso santifica el ambiente.
  • Arco. El arco se coloca en la cúspide del altar y simboliza la entrada al mundo de los muertos. Se le adorna con limonarias y flor de cempasúchil.
  • Papel picado. Es considerado como una representación de la alegría festiva del Día de Muertos y del viento.
  • Velas, veladoras y cirios. Todos estos elementos se consideran como una luz que guía en este mundo. Son, por tradición, de color morado y blanco, ya que significan duelo y pureza, respectivamente. Los cirios pueden ser colocados según los puntos cardinales, y las veladoras se extienden a modo de sendero para llegar al altar.
  • Agua. El agua tiene gran importancia ya que, entre otros significados, refleja la pureza del alma, el cielo continuo de la regeneración de la vida y de las siembras; además, un vaso de agua sirve para que el espíritu mitigue su sed después del viaje desde el mundo de los muertos. También se puede colocar junto a ella un jabón, una toalla y un espejo para el aseo de los muertos
  • Flores. Son el ornato usual en los altares y en el sepulcro. La flor de cempasúchil es la flor que, por su aroma, sirve de guía a los espíritus en este mundo.
  • Calaveras. Las calaveras son distribuidas en todo el altar y pueden ser de azúcar, barro o yeso, con adornos de colores; se les considera una alusión a la muerte y recuerdan que esta siempre se encuentra presente.
  • Comida. El alimento tradicional o el que era del agrado de los fallecidos se pone para que el alma visitada lo disfrute.
  • Pan. El pan es una representación de la eucaristía, y fue agregado por los evangelizadores españoles. Puede ser en forma de muertito d e Pátzcuaro o de domo redondo, adornado con formas de huesos en alusión a la cruz, espolvoreado con azúcar y hecho con anís.
  • Bebidas alcohólicas. Son bebidas del gusto del difunto denominados “trago” Generalmente son “caballitos” de tequila, pulque o mezcal.
  • Objetos personales. Se colocan igualmente artículos pertenecientes en vida a los difuntos, con la finalidad de que el espíritu pueda recordar los momentos de su vida. En caso de los niños, se emplean sus juguetes preferidos.


Ponemos un altar para celebrar la vida y la muerte, es un momento en el que nuestros seres queridos "regresan" con nosotros, comparten, huelen y saborean lo que les hemos ofrecido, pero lo más importante es que siguen en nuestro recuerdo, esta costumbre vuelve un momento de acercamiento con esas personas que ya no están en este mundo y bueno un día, el menos esperado, estaremos del otro lado...


Ross