viernes, 11 de septiembre de 2020

El inicio del Mundo como lo conocemos...


La visión del mundo otomí se basa en la palabra, ésta es el eje rector de su vida porque transmite ideas y símbolos, representa mitos y creencias que dan cuenta de la realidad del mundo.
Para los otomíes el universo se representa a través de tres partes. En orden de importancia, primero es el cosmos, luego la Tierra y, por último, el humano.  En el cosmos se aborda la visión del universo que refieren a las ideas del dios, el fuego, la vitalidad y la reciprocidad; la segunda visión abarca todo lo relacionado con la tierra y, por ende, con las palabras piel, tierra, montaña, maíz y nacer, entre otras; en la tercera y última se desarrolla un entramado con los conceptos de la vida, el pensar, el cuerpo humano, la vitalidad y la fuerza. Entre todos ellos existe una fuerte vinculación de ideas y conceptos.
Después del universo, para el otomí casi todo parte de la Tierra. La Tierra es el espacio del existir y el habitar, la casa, el hogar; es en cierta medida el nivel más importante de su cosmovisión, de la vida misma. Sus historias y sus mitos giran en torno a la presencia de montañas especiales y uno o varios árboles sagrados que se encuentran en el centro.
El humano a diferencia de como hoy lo concebimos ocupa una posición menos importante ante el universo y la Tierra. El sentido de la vida es experimentar la existencia, no pensarla. Es por ello, que el humano desde una visión otomí se identifica con la tierra, su animal compañero o el maíz y la montaña, sintiéndose integrado con estos elementos. Esta es la causa de por qué el otomí pregona la sanación como uno de los deberes del humano ante el universo, la tierra, la comunidad, la familia extensa, y el individuo; para dar oportunidad al otomí de aprender a cada paso de la existencia y se puede decir, que este es el principal sentido de existir para el otomí.

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