sábado, 3 de abril de 2021

El Rincón, primera entrega



En el pasado ya les he contado sobre Otaez, Durango., lugar en el que nació mi mamá y que hoy en día sigue siendo un sitio donde poco a ultrajado la tecnología. 

Bueno, mi abuelita Mere, la mamá de mi mamá vivía en un ranchito que se llamaba el rincón, este rancho es "cercano" a la pequeña ciudad de Otaez y lo pongo entre comillas, porque para acceder al Rincón es necesario aún tomar algunas brechas en las que solo se puede llegar caminando o a caballo.

El Rincón, tiene dos casitas, una que era de mis abuelos y la otra de una tía abuela y su esposo; no había mucha diferencia de edad entre las dos hermanas y así es o era la vida en los pueblos, ambas empezaron su vida de pareja muy jóvenes. En este ranchito ahora mismo en 2021 no hay electricidad, la vida sigue siendo exactamente igual que cuando mi abuela era una joven madre por allá en el año 1950. 

Me gustaba mucho escucharla platicar sobre como era vivir en ese sitio, todo lo que hacían; decía mi abuelita que mi abuelo sabía cazar con honda (La honda es una de las armas más antiguas de la humanidad. Consiste básicamente en dos cuerdas o correas en cuyos extremos se sujeta un receptáculo flexible desde el que se dispara un proyectil.) En ocasiones cazaba jabalíes o venados, tenían tierras en las que cultivaban los granos necesarios para vivir y para comercializar cuando podían ir a Otaez; tenían algunas vacas que les daban leche, con la que hacían mantequilla, jocoque, crema y queso; además de las gallinas de rigor para tener huevos y un buen caldo de gallina cuando era posible. 




Contaba mi abuelita Mere, que las casitas estaban muy cerca a un arroyo, del que emanaba agua muy limpia y cristalina; decía que era agua de manatial, sumamente pura y fresca, que podía beberse sin ningún temor y que ahí lavaban la ropa mientras el agua corría; por cierto, con el jabón que ellas mismas fabricaban con huesos, cebos, lejía y otros menjurges; recuerdo a mi abuela, a mi tía y a todas las mujeres de la familia con la cara muy limpia y el cabello largo y sedoso, gracias a toda una vida utilizando sus propios productos.

Había en todas ellas un gesto de seriedad y timidez, pero también una belleza innegable, todas ellas tenían el rostro adornado con facciones finas y delicadas, enormes ojos verde brillante y dientes aperlados y perfectos, que solamente dejaban asomar tímidamente entre pequeñas sonrisas; era muy linda mi abuela...



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